Comer, pensar, amar: un viaje filosófico hacia los confines de lo humano.
Un diálogo performático que propone, entre relatos, cuentos, reflexiones, emociones y música, deconstruir el comer, el pensar y el amar.
Nada pareciera más poderosamente humano que una historia, un relato, un mito. Contamos, escuchamos, leemos, escribimos para evocar, para conocer, para entender y también para encontrarnos. Los cuentos nos cuentan, no enraízan. Son contextuales, son bordes, son voces que acuden a nuestra ayuda cuando todo está oscuro alrededor. Somos el efecto continuo de esos relatos y así nos venimos narrando a nosotros mismos, encantando (o lo contrario) y resignificando. Somos textos abiertos. La palabra “texto” remite a la idea de tejido: nos vamos entretejiendo entre relatos ancestrales, pero también entre textos prohibidos, desterrados, textos que irrumpen sin pedir permiso, palabras que nos abren entre desiertos encandilantes y selvas profusas y dioses vengativos y ángeles trastornados y criaturas monstruosas y animales imposibles y montañas fértiles y mares inmensos de pronto secos. Hay mitos modernos también que nos contamos cada mañana cuando suena el despertador, cuando no podemos dormir, cuando caminamos por la calle como si fuera lo más normal del mundo: el capitalismo, el patriarcado, el supermercado, el medioambiente, la felicidad. Los mitos tienen efectos sobre los cuerpos y sobre el cuerpo de la tierra: somos y hacemos en función de ellos. Hay mitos urgentes hoy: lo que sirven para volver a sentir nuestros cuerpos vivos en un mundo vivo, para recordar cómo se deja de dañar y cómo se cuida, cómo se come sin devorarnos, cómo se ama sin morirnos.
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